miércoles, 27 de marzo de 2024

FILOSOFÍA Y SEMANA SANTA

 FILOSOFÍA Y SEMANA SANTA

Miércoles Santo. Esta Semana Santa sigue sin faltar a la tradición y mezcla rayos de sol con lluvia, aire y hasta nieve. Primeros vagidos de la primavera. Tiempos revueltos. Ya se sabe que buena parte de este país anda procesionando por las calles y por las playas. Pero muchos de estos actos, esperados y preparados durante buena parte del año, se tienen que quedar en el intento, en las medias tintas o, simplemente en la anulación por causas meteorológicas. Tal vez al asunto de las procesiones habría que darle una vuelta: son demasiadas las ocasiones en las que todo se va al traste. Ya sé que, en este caso, se trata de calendarios religiosos; pero pensar en la relación entre los esfuerzos y los resultados tampoco parece que ande desencaminado. Allá los que preparan y procesionan con su entusiasmo a cuestas: ellos decidirán.

 A mí me pilla este medio de semana engolfado en la lectura de un libro, Cartesianismo Espiritualista o agustinismo del filósofo Don Nicomedes Martín Mateos, escrito por Rufino Agero Teixidor, también bejarano de primera mitad del siglo veinte. En estos centenares de páginas, no hace otra cosa Rufino Agero que extractar párrafos escogidos de las obras del filósofo Nicomedes Martín Mateos.

Conozco desde hace años la obra fundamental del filósofo bejarano, El espiritualismo, un intento de creación de corriente filosófica que contrasta con las tradicionales: empirismo, panteísmo, idealismo.

Aunque no comulgo con todo lo que en esa obra de cuatro tomos se desarrolla, reconozco sin ambages, que Nicomedes es el principal intelectual de la Béjar del siglo diecinueve. No es poca cosa montar toda una teoría filosófica, que aspira a describir y a interpretar la realidad y el pensamiento, desde la metafísica, en la que comienza y considera base de todo lo demás, pasando por la filosofía, la ética y la aplicación de las ideas al resto de las ciencias.

Desde Platón hasta san Agustín y la segunda parte de santo Tomás de Aquino, para llegar a Descartes y a sus maestros franceses, Nicomedes organiza toda una teoría en la que las ideas se hallan por encima de cualquier otra realidad. Distingue ideas de orden humano y la idea de todas las ideas, que coincide con la idea de Dios. Desde ese vértice y desde la más estricta ortodoxia cristiana va descendiendo hasta los niveles de la realidad más inmediata.

Hoy, en realidad, no me interesa comentar su filosofía, sino ponerla en relación con la Semana Santa de ahora mismo.

En su obra Veintiséis cartas al señor Marqués de Valdegamas, carta tercera, escribe lo siguiente:

«¿Cuál es la naturaleza de las ideas?

Si las ideas son inspiraciones divinas solamente, el panteísmo nos avasalla, y Zenón, Malebranche, Fenelón, Spinosa, Berkeley, Schelling, Hegel, y Bonald nos dicen “Dios lo es todo; el hombre, nada; y la razón humana desaparece como un asombra fugitiva”.

Si las ideas no son más que abstracciones, el idealismo nos seduce y nos cautiva; y Aristóteles, Santo Tomás, Kant, Fichte, y Maine de Biran nos enseñan que la razón se pierde en varias representaciones sin realidad, sin consistencia, sin sustancia.

Si las ideas son sustancia misma de nuestro espíritu; si nuestro espíritu las encuentra en sí como propiedad esencial; si nuestro espíritu las halla a la par en la razón como eternas y en la suya como verdad resplandece para nosotros el espiritualismo, y Platón, Plotino, San Agustín, Descartes, etc. nos dicen: Nosce te ipsum.

¿Y por qué?

Porque conociéndose el hombre a sí mismo, conoce a Dios, porque no puede contemplar su espíritu sin tocar con el espíritu soberano, porque no puede contemplar sus ideas sin ver que dependen estas de las eternas, porque entonces, y solo entonces, se establece aquel comercio interior del alma con Dios, que era la sustancia del cristianismo y a la vez de la verdadera filosofía». Hasta aquí la cita.

No se trata de hacer comentario acerca de la consistencia o no de tales ideas (que son las que don Nicomedes desarrolla una y otra vez en todas sus obras), sino de ajustar este pensamiento con todas las procesiones religiosas y civiles que se desarrollan a lo largo de nuestra geografía durante esta semana. ¿Panteísmo? ¿Materialismo? ¿Idealismo? ¿Espiritualismo? ¿Simple devoción inconsciente? ¿Costumbrismo? ¿Un poco de todo?

No soy quién para imponer nada; si acaso para dejar algún apunte como indicio y poco más.

Como la meteorología impone sus restricciones, tal vez no estaría mal echar un rato a pensar en el sentido de estos hechos. Y cada cual que extraiga las consecuencias que crea oportunas.

martes, 26 de marzo de 2024

EL MEJOR ESPAÑOL DE LA HISTORIA

 EL MEJOR ESPAÑOL DE LA HISTORIA

Contemplé ayer noche el último programa de una serie televisiva en la que se buscaba nada menos que al «mejor español de la historia». Era la última entrega de una serie corta. No había visto ningún programa anterior y este lo vi por curiosidad y por conocer cuál era la elección de algo tan llamativo.

Poco me importa la parafernalia televisiva, o más bien nada. Al resultado final hay que restarle, además, un buen puñado de variables: la votación era popular y no de especialistas, la muestra no sería demasiado grande, eso de «el mejor» no sé qué significa ni cómo se puede llegar a alimentar un concepto absoluto, pues depende de los parámetros que apliques; el programa no era más que un juego televisivo sin más precisión y cien cosas más.

Pero creo que se jugaba algo más importante desde el punto de vista social.

Los cinco finalistas eran nada menos que Cervantes, Lorca, Isabel la Católica, Colón y Ramón y Cajal. Cualquiera merecía ese galardón. Eso no se discutía.

El resultado fue sorprendente, para mí y para todos los que componían una mesa de personas conocidas (en estos tiempos siempre se echa mano de famosetes para todo). Y el primer lugar fue para… (ta-chán, ta-chán) Ramón y Cajal.

En el cuadro aparecían dos personajes del mundo literario, dos del mundo histórico y uno del mundo científico. Y ganó el del mundo científico.

Descolocado me dejó el resultado. Lo que no era más que una anécdota se convirtió para mí en una categoría.

He reflexionado varias veces acerca de la importancia que, en nuestra cultura, se le ha dado al mundo llamado de las letras y al llamado de las ciencias. Y creo que es evidente que nuestra cultura, en términos generales, es una cultura de letras. En ese mundo (literario, religioso, humanístico, jurídico…) tenemos gentes destacadas en gran número. Sin embargo, del mundo técnico y científico (siempre en términos generales) no se puede decir lo mismo, pensando este en sentido histórico, no solo actual. Las razones son muchas y, según mi opinión, apuntan en dirección a la importancia que han tenido siempre la religión católica y la estructura social durante tantos siglos.

No se trata aquí de afirmar si esto ha sido bueno o malo; se trata de decir que ha sido, simplemente.

Los tiempos modernos parece que han marcado casi repentinamente una dirección opuesta. De este modo, aquello que, hasta hace no mucho, era o desconocido o desconsiderado ahora es estimado en mayor medida que aquello que antes era ensalzado. En nuestros días, parece que la sociedad recompensa más a un científico (apariencias de artistas, deportistas y famosetes al uso aparte) que a un humanista. Si fuera verdad esto (y la encuesta, con todas sus deficiencias, así lo muestra), el cambio habría sido radical. En esfuerzos y en escala de valores, sobre todo. Poco puede extrañar, en este contexto, que el mundo de las humanidades ande tan relegado.

Lo que era un concurso con ribetes populares se convierte así en algo que apunta a un cambio histórico esencial. Y lo que era una anécdota se convierte en una categoría.

El razonamiento acerca del peso que deben ocupar las ciencias y las humanidades queda así abierto. Y la necesidad de que se complementen también sube a la palestra. Allá cada cual.

Todos los finalistas merecen nuestra admiración. Ramón y Cajal también, por supuesto. Todos son referentes y espejos en los que mirarse para orientarnos y para que nos guíen.

 

jueves, 21 de marzo de 2024

LA CONCIENCIA DEL TIEMPO Y DE LA VIDA

 

De hace exactamente dos años, recupero este poema que podía haber escrito hoy mismo.

LA CONCIENCIA DEL TIEMPO Y DE LA VIDA

La lluvia se ha dignado visitarnos

en estos días postreros del invierno,

ya a punto de nacer la primavera.

Algún pájaro vuela y se humedece

dibujando piruetas en el aire.

Por mi plaza circulan los paraguas

y las gentes se cruzan presurosas

en direcciones vagas e imprecisas.

Desde el fondo de algún lugar remoto

llegan notas en eco de guitarra.

En todas estas casas

que conforman mi barrio viven gentes

que comen, beben, duermen, ven la tele,

se enfadan y sonríen, plantan cara

a todos los sucesos de la vida,

y construyen su tiempo como pueden.

El silencio se cuaja o se hace ruido

cuando menos lo espero y me regala

la conciencia del tiempo y de la vida…

Es la humildad serena de las cosas

que suceden, sin más, a nuestro lado.

 

Entonces me contemplo como un niño

que sonríe inocente entre los brazos

satisfechos y alegres de su madre.

 

No ha sucedido nada diferente

a lo que ocurre el resto de los días;

son solo esos milagros silenciosos,

tan pequeños que acaso los ignoro

si no activo la voz de mi conciencia

y observo la belleza del momento,

del milagro continuo en que se pinta

la vida y su hermosura en cada instante.

martes, 12 de marzo de 2024

¡HÉROES O IMBÉCILES? 11-M

 

¿HÉROES O IMBÉCILES? 11-M

Se cumplen veinte años del atentado terrorista de Atocha, el mayor de los cometidos en Europa en el siglo veintiuno. Las víctimas y sus allegados siguen teniendo presentes las imágenes y los ecos del dolor en sus conciencias. Los demás vamos espaciando las sensaciones y aflojando la conciencia, diluyendo los hechos en toda la gama de sucesos que los tiempos han ido produciendo y superponiendo a aquellos. Por eso tal vez, a medida que van pasando los años, los actos de recuerdo se mantienen, pero las consideraciones buscan aspectos alejados de las primeras sensaciones.

A mí hoy, veinte años después, se me antoja reflexionar acerca del calificativo que debo emplear para aquellos que cometieron tan execrables crímenes.

Desde luego, si cometieron crímenes, no puedo por menos que llamarlos criminales, y, si sembraron terror, tengo que tildarlos de terroristas.

Sentados tales adjetivos, conviene pensar cómo se considerarían ellos a sí mismos. Pienso en los autores materiales, no en los directamente imbéciles que les suministraron medios. Estoy convencido de que ellos se sentían unos héroes, y que muchos los tendrían y los tendrán por tales.

¿Po qué estas consideraciones tan distintas por parte de unas personas y de otras?

Los héroes son, por definición, escasos. Un número excesivo de tales degradaría su consideración.

¿Por qué esa escasez? Porque responden a una suma de cualidades que practican pocos. Un héroe responde a imposiciones externas y no baraja en su conciencia ni los beneficios personales ni las pérdidas que le indicaría la razón; sus acciones están iluminadas por alguna luz exterior que inflama sus sentidos y lo lleva a la acción en nombre de algún ideal externo y superior a él, sea este religioso o civil. Cunado desaparece la razón, actúa solo el sentimiento y se anula la duda. No hay mala conciencia que valga y todo se hace por un bien superior. Estamos en el territorio del fanatismo, donde manda el instinto y no actúa la razón.

En ese territorio mental es en el que seguramente actuaron estos terroristas. Y por ello, no puede extrañar que se valoren a sí mismos como héroes ni que los que sean fanáticos los tengan en la misma consideración.

No parece difícil deducir que son esas imposiciones externas las que crean fanáticos de un tipo o de otro. Ni tampoco que los que no se dejan llevar por esas imposiciones no los consideren héroes sino imbéciles, o sea, sin báculo, sin apoyo mental, sin razonamientos, fanáticos y dogmatizados…

¿De qué elementos externos estamos hablando? Que cada cual cree su propia gama; pero entre los elementos sin duda tienen que incluirse los elementos religiosos. Estos terroristas actuaban, además de por venganza frente a imposiciones de Occidente (guerras, mentiras, dineros…) no en el nombre de sus convencimientos racionales, sino en el acatamiento de imposiciones y dogmas religiosos. Y, si no es Alá, será Yahvé, o cualquier otro dios de los del Olimpo.

Hacer extensión y analogía de esta consideración abre un abanico que dejo aquí solo en bosquejo y en apunte. Cada cual puede extraer sus propias conclusiones y ampliar ejemplos.  La razón humana es muy débil, pero eliminarla es situarse en el dogma y este corre el peligro de empujarnos a soluciones irracionales y catastróficas.

De modo que entiendo que para algunos estos terroristas sean unos héroes (como lo eran los de ETA para otros). Para mí son, los de Madrid y los de ETA, no héroes, sino unos pobres imbéciles.

N.B. A pesar de todo, siento vergüenza al ver que toda la atención sigue puesta en el asunto de las mentiras del Gobierno (que existieron, fueron lamentables y son imperdonables) y que apenas se atiende a la consideración de los fallecidos, de las causas que provocaron tan lamentables sucesos, de la ola de solidaridad y de las consecuencias que de todo ello podemos extraer.

lunes, 11 de marzo de 2024

REALIDAD / LENGUA

 REALIDAD / LENGUA

Resulta una perogrullada afirmar que las palabras dan vida a la realidad, una vida pobre y con aristas, pero vida, al fin y al cabo. La realidad y la lengua se necesitan y terminan por ser elementos complementarios; como vender y comprar, o interno y externo. Cuando la realidad se reestructura, la lengua también lo hace. Y al revés sucede lo mismo: la lengua obliga a revestirse con nuevos ropajes a la realidad.

Esta realidad tan cuarteada y tan líquida en la que vivimos trae consigo el salto a la moda y a las pasarelas del uso de palabras que se acomodan a esos usos cambiantes. El posmodernismo y la fuga de conceptos absolutos crean un buen caldo de cultivo para ello.

A la palabra EMPATÍA le ha tocado el turno de uso común y extendido y anda en boca de medio mundo para expresar, según la RAE, «identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro». El término se une, en familia de sinónimos, a todo un ejército de palabras, pero la bandera la lleva él: hoy hay que empatizar con todo el mundo si uno quiere dejar huella en la comunidad y hacer la comunicación más fácil y productiva.

A su lado caminan otras que tienen peor cartel y menos seguidores. SIMPATÍA, «inclinación afectiva entre personas, generalmente espontánea y mutua». O COMPASIÓN, «sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien».

A simple vista se observa que las tres tienen origen común en sympátheia griega o sympathia latina, que tanto monta. No hay más que añadir los prefijos correspondientes (em-, sim-, cum-) y todo está cumplido. O sea, que hay que “padecer” para ser simpático, para tener empatía o para mostrar compasión.

Algo más complicado se presenta el asunto de los significados. Porque no es lo mismo ser simpático que empático o compasivo. Así, la simpatía es una expresión de preocupación por la mala suerte de otra persona. En cambio, la empatía es la capacidad de realmente sentir lo que otra persona siente. Y, si comparamos empatía con compasión, la empatía se refiere a «nuestra capacidad de tomar perspectiva y sentir las emociones de otra persona; mientras que, en la compasión (concepto introducido por el cristianismo), esos sentimientos y pensamientos incluyen el deseo de ayudar al otro. Ante este panorama etimológico, uno puede preguntarse qué es lo que hay que practicar realmente, la empatía, la simpatía o la compasión.

Pue, si uno quiere andar a la moda, o sea, practicar lo que se lleva; es decir, plegarse a los usos comunes que merecen más aplauso, debe subirse al carro de la empatía. El éxito viaja con la empatía. En política, por ejemplo, se empatiza bailando la sardana o la jota, por más que a uno no le guste ni la una ni la otra.

Si el medio en el que uno se quiere detener es en el de la simpatía, debe mostrarse con naturalidad y atenerse a las consecuencias de caer o no simpático a los demás.

Cuidado habría que tener con eso de la compasión porque te pueden tomar por un sacapechos que anda por ahí perdonando la vida a otros pobrecitos a los que les da una limosna para matar el gusanillo de la caridad. Compasión es una palabra preciosa, pero ha perdido la batalla de la relación de igual a igual, padeciendo en común, en lo bueno y en lo malo. Y lo ha perdido tanto en el sentido religioso como en el civil y social.

Tengo la impresión de que, socialmente, en el vértice de la pirámide y en positivo se halla empatía; más abajo simpatía, y por el fondo compasión. Exactamente al revés de lo que indican su etimología y sus significados originarios.

La realidad social obliga a modificar la lengua. La lengua lo hace al revés también. En este caso y para mal, la batalla la ha ganado la imposición social. Pena.

Pero esto es una batalla solo, y la guerra es muy larga.

jueves, 7 de marzo de 2024

DÍA INTERNACIONALDE LA MUJER

 

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Se celebra mañana un nuevo “Día internacional de la mujer”. La efeméride me pilla leyendo un libro que recoge discursos y artículos de un paisano de esta ciudad estrecha en la que vivo, publicado a mediados del siglo veinte. No tengo interés en repetir verdades elementales e indiscutibles. Es resumen, que la valoración de la mujer a lo largo de la historia solo da para llorar y para enojarse totalmente. Queda dicho una vez más. Tampoco insistiré en mi opinión acerca de la manera de presentar el “nuevo feminismo” con la que no estoy de acuerdo en muchos aspectos. También queda dicho.

Pero es que la balanza se inclina tanto de un solo lado, que provoca sonrojo y uno termina por entender incluso esos aspectos en los que no está tan de acuerdo.

Reproduciré algunas palabras de este libro pronunciadas en una conferencia ante mujeres obreras, en un centro académico universitario local, la que entonces se llamaba Escuela de Peritos Industriales de Béjar, 17 de diciembre de 1953:

«(…) Y sentada esta doctrina de la espiritualidad del trabajo, estudiemos el trabajo de la mujer.

Pero antes esbocemos algunas ideas sobre lo que es la mujer.

Y preguntamos.

¿Qué es la mujer?

A nuestro juicio es un ser encantador.

El ser que completa al hombre, porque necesariamente le hace falta.

Porque no es bueno que el hombre esté solo.

Porque es ley de vida dada por Dios.

Todas sabéis que la mujer fue creada por Dios, de una costilla del primer hombre, Adán.

Y después que la mujer se extendió por el mundo, como todos los seres creados, el hombre y la mujer han armado tal baraúnda y jaleo, que unos se han dedicado a denigrarla y otros a ensalzarla con exceso.

(…)

A nuestro entender, la buena doctrina sobre la mujer es que esta es buena o es mala según que el hombre la guíe por buen o mal camino.

Pero sentando siempre la afirmación, y no lo digo solo por galantería, que la mujer es el ser más encantador de la tierra.

Aunque algunas veces saque las uñas.

No importa, las uñas se limpian… y quedan más bellas.

Y lo natural es que a la mujer la gusta que la limen las uñas… precisamente los hombres.

Todo ello no en un sentido material, sino finamente espiritual, de psiquis natural, por la idea sencilla de que así está hecha y así será hasta que desaparezca el mundo.

O con otras palabras.

La mujer siempre femenina.

El hombre siempre varonil.

Pues, cuando se invierten los términos, surgen las aberraciones más monstruosas contra la naturaleza que entran dentro del campo anormal patológico de la Psiquiatría.

¡Quizás, las mujeres y hombres que así obren sean unos enfermos!

Yo ni afirmo ni niego en esa cuestión, pero el camino de la posibilidad queda abierto.

Dejemos esto, sobre lo que podríamos exponer ideas sustanciosas y sigamos…

…………

Hay un principio general, que es el ideal de la doctrina social católica, y es este:

QUE LA MUJER NO TRABAJE, sino en aquello que por su propia naturaleza, por su propia constitución orgánica, está armoniosa y bellamente dispuesto para ello.

No os asustéis, peor el ideal es que la mujer no trabaje…».

Y este es el tono de toda la conferencia.

El autor, Rufino Agero Teixidor, pasa por intelectual y hasta filósofo; y no son pocas las citas que aporta; todas, claro, según le convienen, y siempre bajo el paraguas de la doctrina católica, apostólica y romana. O sea, bajo el dogma.

Pues esto ha sucedido hace tan solo un par de generaciones. Estoy seguro de que algunas personas de edad se sentirán aludidas inmediatamente.

Como las palabras se comentan por sí mismas, no añadiré casi nada; solo dos o tres consideraciones, como siempre, en forma de guion.

La primera es recordar que cualquier afirmación hay que interpretarla en su contexto.

La segunda es la de entender que los efectos de la dictadura no solo se explican por los muertos y heridos, sino por todo un rosario de secuelas que afectan al pensamiento, a las costumbres de las personas y a su vida en general.

La tercera es la de asegurar que nada de todo esto se puede explicar sin la relación de entendimiento entre el poder del Estado y el de la Iglesia, que tan bien se han complementado casi siempre.

La última es la de advertir que se ha mejorado mucho, pero que queda un poso en lo más profundo de las costumbres y de la escala de valores que no se quita ni con lejía, y que todos tenemos una labor que cumplir en ese proceso.

Mejor, eso sí, con serenidad, con ideas y sin estridencias.

lunes, 4 de marzo de 2024

AFORISMOS-INDICIOS

 

AFORISMOS-INDICIOS

. Peor que un universo cruel u hostil es un universo indiferente.

. Los grises de los vaivenes de la vida son engañosos: solo hay plenitud o muerte.

. Morimos de dentro afuera, cuando nuestros genes se cansan de sí mismos; no de fuera hacia dentro.

. Propósito: Buscar un equilibrio y un pacto entre lo que dicen las palabras y lo que en realidad quiero decir yo.

. Escuela de aprendizaje darwinista: No le busques sentido a la existencia: créala y vívela en la plenitud y en la inocencia.

. Las dos edades más importantes de la historia: la edad biológica y la edad cronológica. Ambas apuntan hacia el envejecimiento y hacia la muerte.

. Regulación no regulada: La naturaleza no tiene ni propósito, ni fin, ni objetivo. Sin embargo, obedece, como esclava agradecida, a unas repeticiones inevitables.

. ¿Qué me debe el mundo? ¿Qué le debo yo al mundo? La razón me dice que nada; el sentimiento que mucho.

. Disfunción lógica en la naturaleza: Causas sin objetivos: Ocurren las cosas por algo, pero lo hacen para nada.

. Ilusionismo: Actuar como si no fuéramos naturaleza, anudando causas y consecuencias; como si fuéramos dueños de nuestro destino.